PERO SUS OJOS SON TRISTES
¿Te quedaste dormida, verdad? – le dije despacito en el más
completo silencio. Y susurré su nombre muy cerca de su oído.
Cuando todos duermen y el silencio es todo, cuando la luz postrera
palidece y el último sonido se aleja, te miro, ya no sonríes ni me miras. Te
hablo. ¿Para qué te hablo si no escuchas? Ahora sonrío yo porque sí, eres tú y aún
dormida sigues siendo tú.
Son tan finitos esos cabellos que ligeramente caen sobre tu
rostro, carita de bebé, y qué bonito corte. Ese chico tiene arte en sus manos, es
el chico del nombre corto. Me preguntaba por qué insistía en que ese debería
ser el largo, ahora lo entiendo, es perfeccionista, su mano ni se nota.
Juraría que jamás has tocado tus cejas porque aún así de
cerca cada una está en su sitio y con el volumen y largo exactos. Y qué pasó
con esa naricita, tus papis se olvidaron de hacerte nariz y les salió tan chiquita
que parece la de Tabatha, a quien recuerdo cuando la mueves igual que ella.
Me gusta escucharte respirar tranquila y segura porque la
determinación es el alimento de todas las fuerzas para alcanzar hasta la última
meta. Extraño tu voz suavecita, tu mirada fija en mi.
Quiero sentarme a tu lado y tal vez dormir. Me sentaría
sobre el brazo del sofá que es ancho y con una mano sobre tu hombro inclinaría
tu hombro hacia el mío para decirte sin palabras una vez más cuánto me gustas.
Tocan la puerta, quién toca la puerta… Ha sido un sueño tan
real.
Dedicado a una chica cuyo nombre no estoy autorizado a revelar.