viernes, 18 de abril de 2014

PERO SUS OJOS SON TRISTES
¿Te quedaste dormida, verdad? – le dije despacito en el más completo silencio. Y susurré su nombre muy cerca de su oído.
Cuando todos duermen y el silencio es todo, cuando la luz postrera palidece y el último sonido se aleja, te miro, ya no sonríes ni me miras. Te hablo. ¿Para qué te hablo si no escuchas? Ahora sonrío yo porque sí, eres tú y aún dormida sigues siendo tú.
Son tan finitos esos cabellos que ligeramente caen sobre tu rostro, carita de bebé, y qué bonito corte. Ese chico tiene arte en sus manos, es el chico del nombre corto. Me preguntaba por qué insistía en que ese debería ser el largo, ahora lo entiendo, es perfeccionista, su mano ni se nota.
Juraría que jamás has tocado tus cejas porque aún así de cerca cada una está en su sitio y con el volumen y largo exactos. Y qué pasó con esa naricita, tus papis se olvidaron de hacerte nariz y les salió tan chiquita que parece la de Tabatha, a quien recuerdo cuando la mueves igual que ella.
Me gusta escucharte respirar tranquila y segura porque la determinación es el alimento de todas las fuerzas para alcanzar hasta la última meta. Extraño tu voz suavecita, tu mirada fija en mi.
Quiero sentarme a tu lado y tal vez dormir. Me sentaría sobre el brazo del sofá que es ancho y con una mano sobre tu hombro inclinaría tu hombro hacia el mío para decirte sin palabras una vez más cuánto me gustas.
Tocan la puerta, quién toca la puerta… Ha sido un sueño tan real.

Dedicado a una chica cuyo nombre no estoy autorizado a revelar.

miércoles, 16 de abril de 2014

MALONE, DEL UTAH JAZZ
Esa noche lluviosa del 22 de octubre de 2002, jugaban un partido oficial de la NBA el Utah Jazz contra el local New York Knicks. El Madison Square Garden que hacía pocos minutos lucía casi vacío, de repente se llenó y no cabía un alma.
Qué motivo tendría cada uno, el mío, a costo de US$50, la entrada más barata más US$30 de taxi por 22 cuadras: ver en vivo a una de las más grandes leyendas del basketball profesional norteamericano, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 y Atlanta en 1996 con el dream team de Estados Unidos, el gigante de 2.06 m, Karl Malone.
El partido estaba programado para las 07:30 p. m. y exactamente sonó la chicharra y tras un breve protocolo comenzó el partido.
Era fascinante ver a un niño y una niña de unos seis y ocho años, respectivamente, acompañados de su padre, de poco más de 30 años, gritar el clásico defense cuando su equipo era atacado. No lo sé pero sospecho que aquel hombre no llevó a sus hijos a ver un partido de basket sino a formarlos para enfrentar la vida con disciplina, puntualidad, entusiasmo, lucha y triunfo.
Terminó el partido. Ganaron los Jazz 94 a 89. Malone había anotado doce puntos.

Dedicado a mi amigo Victor Manuel.

NO, OTRA VEZ NO
Con la cabeza erguida y la vergüenza al hombro, sollozando en silencio, en la soledad que la multitud permite, su mirada buscaba fuera del bus algo de magia, una explicación, un argumento para contar dentro de unos minutos por qué había vuelto a jalar en ese curso; tiempo perdido, tanto esfuerzo inútil, y lo peor, la esperanza de un mañana diferente otra vez perdida entre la ilusión y la fantasía.
Podría ser porque el punto de partida no es el mismo. La mayoría de chicos llegaron a estudiar con mejores fundamentos. Lo previo cuenta, es como el entrenamiento en un deportista o como el acondicionamiento físico anterior a la técnica. Los ingenieros lo pueden entender mejor porque la más profunda y robusta cimentación se construye para los edificios más altos.
Esta vez le faltó poco, cuánto más era necesario estudiar, dormir, o qué otra cosa, o es asunto de método. A otros parece que la clase les basta, más una repasadita porque todo comprenden y ya, no necesitan más. – ¿Tendrán algo que ver los genes? Participar en el aula es complicado porque si sabes te hacen bullying y si te equivocas peor, ni modo, no vale levantar la mano. Bueno, también que en la última confusión ni Confucio hubiera podido ayudar. Así que en adelante, caleta nomás.
Pensó que en lugar de estudiar en las madrugadas y estar con sueño todo el día, sería de probar a estudiar en las noches. Le dijeron cuando estaba postulando a la universidad que «a quien madrugada Dios ayuda» pero parece que esto no le funciona, o tal vez olvidaron decirle que un poco de café a media mañana y media tarde te levantan hasta terminar el día.
No puede ser – dijo – mientras su subconsciente cual disco duro terminaba de transferir la información a su memoria activa. Eran las palabras de alguien a quien no quería recordar pero tampoco podía olvidar: «No por mucho madrugar amanece más temprano. Estrategia, disciplina, persistencia»
Suspiró, se limpió con la mano el rostro, caminó los últimos metros hacia la puerta, tocó, y con su sonrisa preciosa dijo: «Hola, qué tal todos, ¿tuvieron un lindo día?»


Dedicado a mi amigo Enrique Valderrama.

martes, 8 de abril de 2014

«PÚDRETE»

Lunes 7 de abril, 10:25 P. M., manejaría 23 minutos hasta la zona donde vivo, no encendí el radio, me puse el hands free por si me llamaban al celular, tomé la avenida más cercana, equivocada, corregí el rumbo y me puse a pensar en lo que había ocurrido.
¿Es posible que tan increíble potencial se consuma sin dejarse ayudar? Tan pronto se levantan vuelven a caer y así cada vez más hondo. Pensé que tal vez sea porque la coca no es la peor de las drogas sino el orgullo acompañado de hipocresía, alienación y vergüenza.
Hipocresía de mostrar lo ajeno como propio, alienación de seguir arquetipos insignificantes y vergüenza del eventual escrutinio público. Nadie nace lleno de orgullo, arrogancia, vanidad y engreimiento, no es congénito ni hereditario sino que se adquiere con práctica y dedicación.
Mi «púdrete» despiadado tal vez mejor resume mi incompetencia grande lo que la literalidad del speech completo no conseguiría. Aunque qué otra cosa podría hacer para frenar el descalabro en curso. «No se comete un error dos veces porque la segunda vez decides cometerlo».
La entrada a la vía expresa de Paseo de la República es el aviso que he recorrido más de la mitad, debo de apurar la reflexión, acelero a más de 120 Km/h, no, apurar el auto no. Bajo a 80 km/h
Aunque todo lo puedo hacer no todo conviene (palabras del apóstol San Pablo). Es necesario atar y desatar, unir y desunir, aflojar sí, siempre, pero a cambio de resultados, de otra manera, por qué.
«No aceptar tus errores es el primer paso para cometer muchos más»
He llegado. Cierro el contacto. Saco la llave. Debo de bajar del auto.
Para la verdad, tiempo.

Dedicado a mi amigo Lorenzo Ortiz.