sábado, 10 de mayo de 2014

Los medios de comunicación nos permitieron conocer qué piensan y ocultan, quieren y odian, cómo son realmente sus propietarios; igual, las redes dicen mucho y a veces todo de cada uno

viernes, 9 de mayo de 2014

¿LA CEBICHERÍA PISCIS ES UNA CADENA?
No, para nada, nunca he escuchado, respondí. Tiene nueve locales en Lima. ¿En Lima, dónde? Ni idea, seguí respondiendo. – «Mejor entérate todo»
Arruinando mi curso de lectura veloz y aquellas técnicas de comprensión de textos leí, creo, pero no entendí, así que confundido me dirigí al inicio de ese artículo del último número de América Economía, la revista más reputada de la especialidad y tuve que leerlo bonito, tranquilo, como un curso de matemática, de comienzo a fin, sin velocidad ni nada.
¿Recuerdan que «no hay peor ciego que quien no quiere ver»? No puede ser, pensé. Varias veces por semana paso delante de dos de sus locales y jamás pude notar lo que ahora descubro leyendo esta revista chilena. Cuatro locales en SMP, dos en SJL, dos más en LO y uno en San Miguel. Grandes sorpresas me ha dado esta revista desde 1994 en que la comencé a leer.
Terminé de leer el artículo y vino a mi mente una noche de febrero de 2007 cuando luego de mi clase en la UAI buscando donde cenar por la Av. Apoquindo, en Las Condes, descubrí emocionado un local de Pardos Chicken. Lo máximo, dije fuerte, una marca peruana en Chile; me dirigí a la puerta a vez que una gran sonrisa marcaba mi rostro e imaginé que entraba a una de las incomparables pollerías de Trujillo.
¿Piscis, no? Repetí releyendo el final del articulo, ahí donde me enteré que como el restaurante en Santiago estará dirigido al público de clase media, el ticket promedio de los platos costará apenas S/.75. A ver,: 27 dólares x 2.8 soles/dólares= 75.60 soles. Afirmativo. Bueno pues, que disfruten hasta los sesenta céntimos del rico cebiche peruano.

Artículo en América Economía: link
Cadema de cebicherías: link

miércoles, 7 de mayo de 2014

AL TACHO

Lo primero que vi fuera del país, en 1996, no fue seguridad, infraestructura, desarrollo y orden, ni fueron las personas amables, bien vestidas, saludables. Tampoco hablaban otro idioma. Lo primero que vi fue una ciudad limpia. No había ni siquiera papeles en las calles.

Una mañana tenía que botar la envoltura del paquete de galletas que acaba de desayunar y la guardé en el bolsillo del pantalón. Dos o tres cuadras más adelante encontré un tacho, metí la mano al bolsillo, saqué la envoltura vacía y estrujada y la boté al tacho. Mi ex compañero de estudios, quien me llevó a conocer donde entonces trabajaba riendo me dijo: "Aprendes rápido" y agregó: "Así son los peruanos acá, pero regresan y allá son los mismos que un día salieron".
Con los años aprendí que si una sola persona cambia la influencia en la ciudad es mínima, el progreso tan lento que ni se nota y nuestras ciudades siguen igual.
Entonces, el sentido no está ahí y el resultado no es una mejor ciudad sino una mejor persona, luego la familia y el trabajo, y tal vez algún día una mejor ciudad.

jueves, 1 de mayo de 2014

¿CUÁL ES EL MEJOR TRABAJO?

Agradezco a la entidad pública que fue mi primer trabajo siendo alumno universitario, porque aunque nunca fui practicante eso no fue problema, y con menos de dos años de experiencia me pusieron al frente de un task force para desarrollar un sistema de información gerencial que se convirtió en mi tesis.

Seis meses antes de graduarme me llamaron para dictar “Seminario de Desarrollo de Sistemas” y luego “Teoría de Bases de Datos” y “Técnicas de Programación”; lo diferente es que era una empresa  privada.
Me pagaban más, no tenía funciones, plazos ni metas, me sentía cómodo.

Dos años después gané un concurso para ser profe en una universidad nacional –otra vez entidad pública– y la sobrecarga de trabajo se reflejaba en la “multiplicidad patronal” de mi registro en la seguridad social. No podía seguir en tres empleos a tiempo completo y decidí renunciar a mi plaza de empleado público nombrado y a aquella universidad nacional cuando me ofrecieron ser jefe por primera vez en mi vida. Luego vino el remordimiento por abandonar el servicio al Estado.

“Quiero enseñar en la Universidad Nacional de Trujillo”, le dije a mi jefa, graduada con honores en ESAN en aquellos tiempos cuando el grado lo recibían de manos del presidente o del ministro de Educación. No supe qué responder cuándo me preguntó ¿Por qué? Le conté el rollo del primer párrafo y me terminó así: “Haz patria donde estés, no importa quien sea el dueño, trabaja para que esa empresa sea grande y tú seas jefe en esa empresa más grande; deja de llorar por no estar ahí y disfruta estar con nosotros, aquí quiero ver de qué estás hecho”. Era 1° de mayo de 1993.

Dedicado a Adriana Doig Mannucci.