martes, 2 de septiembre de 2014

FUE LUNES, FUE AYER

El sábado fue genial, el domingo para el olvido y anoche a medida que fueron pasando los minutos la comida me fue gustando más. Estar ahí, sentado frente a ti, ya era suficiente a cambio de nada, de no verte ni saber ni de ti. Qué frío, pensé temprano y cuánto hambre tenía. Seguro tú también pasabas parecido pero recién terminarías a las 11 o 10 y veinte pero casi imposible fuera antes, así que tendrías que aguantar varias horas sin nada, o casi nada, en el estómago.

Entonces te mandé un SMS.

Esos fideos apenas me gustaron. Las verduras de luego, de la misma sopa, estuvieron mejor. Ahora pienso que si comía un pedacito de pollo lo hubiera sentido riquísimo pero no, no tenía ganas de comer pues ya había cenado, no tenía necesidad de más y tampoco tenía apetito. El arroz fue algo inesperado porque no como guarnición sola: papa sola, ensalada sola ni arroz solo. Ese arroz como que nos estuvo esperando, y ese juguito de zumo de limón y canela china estuvo espectacular. Lo pediste y sentí que ya se había convertido en una rica cena. El jazmín estuvo justo, a pesar de lo muy caliente y su sabor extraño en la lengua y el paladar, no exactamente agradable.

Eso no fue todo. Pensé bajarías como subiste, diciendo “Hola” y “Chau”. Pero no fue así. Te acercaste a mí para tocar con tus labios los míos e hice lo mismo.

Qué linda forma de terminar el día. Fue lunes, fue ayer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario